Tentar a la suerte jugando con tu propia muerte creo que no es jugar, creo que es algo más turbio y que nadie hace si realmente se quiere un poco su propia vida.
He roto mis límites, mis autonormas, mi propiocepción y mi autodesprecio.
“No digas nombres de medicamentos, no seas específica con actos autolíticos, incluso con ideas, no pidas ayuda al tuntún. Sin pides ayuda, sé específica en qué pasa y qué quieres, qué necesitas. Pide ayuda a tiempo. No dejes a un testigo a medias. Confía en quien sabes que puedes confiar. No mientas a tus padres en estos y estos otros temas.”
Lo he roto todo.
Mi twitter es un sinfín de párrafos autodestructivos donde explico cuánto me duele existir, cuánto me duele que se me ignore y cuánto deseo dejar de existir.
A veces se me olvida que me puede leer gente y que esa gente a veces puede preguntar. Bueno, al caso, solo me ha pasado una vez, y está a cientos de kilómetros, tampoco estropearía mis planes.
Pero da igual, son personas, con sus propios problemas. No tengo porqué ir rompiendo mis normas por ahí, si yo misma me las he puesto y nadie más.
Dejé a mi pareja por desesperación, asfíxia, agobio y me volví a empapar con la soledad de los fines de semana. Los no, estoy cansado; no, estoy trabajando; no, tengo que estudiar.
Y no le expliqué a nadie que para ellos igual era un salir a dar una vuelta como un fin de semana más, para mí era o salir de mi habitación o hincharme con media farmacia.
Y así fue. Nada grave, controlé.
¿Controlaste? Wuss, eres idiota por intentar creértelo.
Controlé en el sentido de que sé qué cantidades puedo soportar físicamente sin que me lleven al lavado de estómago y qué cantidades no; aproximadamente. No. Soy. Médico.
Sólo soy una puta controladora toxicómana.
Y no paré, cuando no es por el dolor, es por las náusias, cuando no por la soledad, cuando no, combinemos causas y conceptos y tomemos distintos fármacos juntos.
Me alelo, me emborro la mente, me duermo.
Se me hace exhasperante pensar “quedan tantas horas para mañana”. ¿Y qué hago? ¿Qué hago todas esas horas? ¿Y si me vuelve a entrar otra crisis? ¿Y si vuelvo a querer hincharme como un pavo relleno a base de calmantes, relajantes musculares, antibióticos y todo lo que me venga a la mano? ¿Qué hago?
No quiero ir a urgencias y que me pongan un goterito con un calmante. Porque no es cuestión de calmarme, es cuestión de cambiar mi puto punto de visita y hacerme ver que no estoy sola.
O que si lo estoy, tampoco voy a morir por eso y se puede vivir con ello.
Nunca antes me había fiado tan poco de mí.
Si alguien me pregunta, no sería capaz de afirmar que NO voy a intentar alguna gilipollez en las próximas 3 horas.
Y esto no es un aviso suicida, es una aproximación. Ni siquiera intento morirme, soy tan mediocre que no intento morirme porque me sale mal, mis padres, mi abuela, mi ex… Todo sería un puto drama si me paso y acabo en el hospital y ni siquiera remato la faena. TODO.
Así que no, no es un aviso suicida, es la única puta forma de expresarme que tengo ahora.
Porque a nadie le gusta que le digan “mira, perdone, me quiero morir; a pesar de que vuelques toda tu amistad, esfuerzo, proyectos, amor y dedicación en mí, voy a seguir queriendo morir”. Es lo jodido de la gente, no entiende que no estoy así por decisión, es enfermedad, una recaída, un bajón, nada más, ¿no? No lo sé.
Mañana me levantaré, si puedo (me quedan menos de 4 horas para dormir), e iré a clase, buscaré algo que me absorba hasta el día siguiente y después de clase iré a la psicóloga.
No sé cómo masticar todo esto para contárselo.
Hace dos semanas o tres cuando fui era una chica feliz con su 7’5 en el examen, con su pareja asertiva, con sus polladas. No feliz, para qué mentir. Era mínimamente estable y veía sentido a estar viviendo porque me gusta aprender de parásitos, ver perros enfermos y preguntarme qué cosas veré y qué no en cuanto a enfermedades de animales (mis estudios).
Pero ahora no, ahora esto pasa a un segundo plano y el primer plano es mi propia eutanasia paulatina.
Lo siento,
en mis normas también está no escribir esto.
– Wuss Puss.